308.1 Día de la raza

14 de octubre de 2024 | Octubre 2024

—Palacio Real de Madrid, buenos días —atendió una voz al teléfono.

—Hola, buenas noches… perdón, digo, buenos días. Acá, en Buenos Aires, todavía no amaneció y me quedé despierta para hacer el llamado. Le hablo desde la Cancillería argentina por un asunto que queríamos ver si podemos resolver.

—¿Cancillería? ¿No debería hablar con el Ministerio de Asuntos Exteriores?

—Claro, pero quería saltearme ese paso, y hablar directamente con ustedes, la corona —aclaró la funcionaria argentina—. Si me permite, le comento un poco…

—Venga, hable y veremos qué podemos hacer por usted.

—Muchas gracias. Mire, el asunto es así: desde presidencia me pidieron que me comunique porque estamos tratando de solucionar un tema que quedó pendiente de hace unos doscientos años, desde el Virreinato, y… —se interrumpió a sí misma.

—¿Hola?

—Sí, sí. Estoy acá. Estaba pensando cómo decirlo. Voy al grano: cuando ustedes se fueron… perdón, cuando nuestros antepasados los echaron de muy mala manera, no les dejaron terminar el trabajo, y estábamos pensando en cómo hacer para que lo puedan retomar.

—¿A qué trabajo se refiere, señora?

—A ver… Quedaron muchos indios acá, por este lado, que se siguieron reproduciendo. Incluso algunos piensan que no son indios, pero uno los ve y… Bah, yo casi no los veo, porque de la Ciudad de Buenos Aires no salgo más que al exterior, y en los barrios que me muevo, en general es… blanco. Pero parece que el interior del país tiene muchos indios todavía.

—Un momento, señora. ¿Usted está bromeando? ¿Es una jugarreta para conseguir una extensión del permiso de trabajo en España?

 —No, de ningún modo. Y no le estoy tomando el pelo, por favor; yo soy solamente la mensajera —sonrió la funcionaria al teléfono.

—¿Se está quejando por un trabajo de hace doscientos años? Me parece que ya expiró el tiempo de reclamos, señora. Pero, de cualquier manera, tendría que hablar con alguien que pueda tomar una decisión al respecto, yo no soy más que un recepcionista. Llame más tarde, que ya va a haber llegado el director del Palacio.

—Perfecto, cómo no. Gracias por su amabilidad. Le pido su nombre, así, cuando vaya, le llevo una caja de nuestros ricos alfajores, ¿le parece? —sugirió la funcionaria antes de finalizar el llamado.

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