Fernando Carreras había sido elegido presidente porque, decía, tenía habilidades superlativas para acceder a préstamos y acuerdos de inversión increíbles. Gracias a esa imagen, ante la crisis del país, había cosechado la cantidad necesaria de votos para gobernar. Y eso era lo que la gran mayoría del país esperaba de su parte.
Dos días después de asumir el mandato, el presidente más austero del país, que había prometido no gastar un peso de más, emprendió su camino del héroe. El avión partió al exterior cargado con una comitiva de familiares, amigos y algunos funcionarios.
En cuestión de meses, Fernando logró conocer los seis continentes y los cinco océanos alrededor del globo. A diferencia de lo esperado, su gira mundial no escatimaba en nada. A todo culo, en todos lados.
Los primeros meses, para cumplir también con sus responsabilidades locales, enviaba mensajes grabados que se esperaban con gran ansiedad en la Argentina. Pero, al igual que pasa con los delanteros, si no hay goles, las expectativas caen. A cada video que pasaba (en ninguno cerca de anunciar la obtención de unos buenos palos verdes), la audiencia se reducía.
Mientras tanto, en el país del que el héroe se había ausentado, la miseria crecía; tierra fértil para la opinión en su contra.
Entonces, como para recuperar algo de terreno, al presidente se le ocurrió generar algo de contacto directo, mediante una transmisión en vivo de Youtube, donde también la gente pudiera comentar en el chat y él, si estaba de humor, leer sus comentarios.
Justo en ese momento, Fernando se encontraba en un país del caribe, al que había ido a intentar un magro acuerdo comercial de venta de broches de plástico. Entre reunión y reunión, se dedicaba a tomar unos tragos en la playa.
Decidió hacer la transmisión desde un balneario que tenía alquilado y reservado para la comitiva nacional. Pero, como para mantener algo de formalidad, la imagen a transmitirse sería un plano cerrado del presidente sentado en una mesa, con una lona de fondo.
—Buenas tardes, argentinos, ¿cómo está todo por allá? —sonrió con su cara cubriendo casi toda la imagen— ¿Cómo andan tanto tiempo? Sé que están esperando algunas novedades. Lo primero que quería decirles es que todavía no voy a volver, me quedan unos… ¿cuántos eran? —preguntó detrás de cámara—. Bueno, un montón de países por conocer.
Hizo una pausa para leer los comentarios del chat y vio que sus palabras no tenían buena recepción. Demasiado insulto, incluso para él.
—Eh… no logramos todavía un acuerdo acá, pero estamos cerca de exportar tres pallets de broches por mes, y creo que… Digamos, sé que no venimos muy bien todavía, y les quería pedir disculpas. O sea, ustedes me eligieron para esta beca y no estoy pudiendo cumplir con el objetivo. Pero les prometo…
Y en ese momento, aterrado, Fernando Carreras levantó la mirada. En cuestión de segundos, todo era gritos, y luego agua, hasta que se cortó la transmisión.
