254. Información restringida

21 de agosto de 2024 | Agosto 2024

Llevaba años juntando plata. No tenía un objetivo particular; bastaba con tener algún ahorro. Desde mi primer salario hasta ahora ya había juntado unos cuantos dólares. El día de mañana podía, a lo mejor, comprarme un departamento, o empezar por un auto, no sé. De lo que sí estaba segura era de que había resignado bastantes placeres en el día a día, y me había bancado que me acusaran de ratona sin contestar una palabra. Llevaba, fácil, cinco años sin viajar.

Boluda yo, que confié en mi viejo. Dejaba religiosamente mis dólares en la caja fuerte de su habitación, que ni sé por qué la usábamos, si no funcionaba en realidad y se abría con la manija sola. Pero bueno, lo lógico era que siguiera ahí.

Mansa sorpresa me llevé cuando fui a guardar cien dólares recién comprados y abrí la cajita que decía “Melina”. Vacía. Ni el olor de los dólares quedaba ahí adentro.

Al principio me asusté, pensé que habría entrado alguien en la casa y se había llevado todo, aunque no estuviera forzada la cerradura ni nada. “A lo mejor algún conocido” se me ocurrió después, pero no recordaba visitas desde la última vez que las había abierto.

—¡Pa! —grité. No tuve respuesta, como siempre que le hablaba desde otra habitación, así que me acerqué hasta donde él estaba, frente a la tele, viendo un partido—. Che, pa. ¿Qué pasó con la caja fuerte?

—¿Eh? —preguntó sin mirarme.

—Que no están los ahorros. No están mis dólares.

—Bueno.

—Bueno, ¿qué? ¿Dónde están? —empecé a levantar la voz.

—¿Qué cosa, Melina? Por Dios, ya venís a romper las pelotas, te parecés a tu madre…

—¿Vos sacaste mis dólares? ¿Dónde están? —omití la comparación con mi vieja porque no ameritaba otra cosa que un insulto.

—Qué sé yo…

—¡Ey! Te estoy hablando, a ver si me mirás —y cuando me miró con esa cara de hinchado las bolas que le retorcería los huevos, le dije pausado—. Yo tenía miles de dólares en la caja. No están. ¿Dónde están?

—La economía de un país es como la economía de una casa, Meli…

—¿Qué? ¿Qué querés decir?

—No sé, hija, leé una noticia… Estarán en otro lugar donde sirvan más tus dólares. Pero yo no te puedo decir dónde están, porque seguramente nos instalaron micrófonos acá para robarnos —susurró él.

—Escuchame —contesté diplomática—. Yo no sé qué pedo atómico tenés en la cabeza o si te volviste loco. Pero más vale que la próxima vez que abra esa caja fuerte estén los dólares. Pajero —contesté y me fui a pensar en la venganza.

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