Como buena hija de familia conservadora, a Romina le habían inculcado que, lo más importante en la vida, era mantenerse cerca de los propios, que la familia era incondicional, y que la apoyaría en todo. De ahí la dificultad para poder compartir tiempo y espacio con ellos sin tener vínculos cercanos.
Pero también, la familia exigía. Faltar a reuniones, festejos, eventos eclesiásticos y cumpleaños, se pagaba caro. Los domingos eran los días en que Romina podía relajarse y tirarse a ver la tele, redes o plataformas durante horas, o también, disfrutar paseos con su novio Martín, encontrarse con familia o amigos. Ese domingo, la historia se torció:
—Che mi amor, yo ahora voy a comer un asado a lo de José —avisó Martín cuando entró a la habitación.
—Dale, de u… pará, ¿a lo de qué José? —preguntó ella sacando la mirada de la pantalla.
—Tu hermano.
—¿Y por qué vas a lo de mi hermano a comer asado?
—Nos juntamos ahí… creo que van también tus viejos —reconoció Martín.
—¿Qué? ¿Me estás jodiendo? ¿Te vas a juntar vos con mi familia y a mí ni me avisan? —se alteró Romina.
—¿Cómo, gorda? ¿No sabías?
—Gorda tengo ésta, primero que nada —contestó Romina con los dientes apretados—. Y, segundo, no me avisaron, boludo, ¿qué onda?
—No, te soy honesto: pensé que te iban a avisar. Pero, igual, tranqui mi amor. En realidad… pasa que salió por un tema de negocios, viste. Después se sumó tu viejo y ahí quedamos en hacer un asado. Y después, bah, recién, me avisó tu hermano que también iba tu vieja.
—Ah, buenísimo. A la única boluda que dejaron afuera soy yo.
—Te traigo igual un táper mi amor. Y la próxima…
—¿Lá próxima qué, boludo? Te dejo servida la frase para que me invites y no decís nada, salame.
—No, pasa que José ya compró la… la carne —dijo Martín, hasta que vio que Romina, ofuscada, comenzaría a ignorarlo y resignarse a seguir la conversación—. No, pará. Vení igual, Romi. Comemos todos un poco menos y listo, no pasa nada —sonrió como si la idea hubiera sido magnífica.
—Ah, no, sos re mil pelotudo. Tomatelá. Que te caiga como el orto el asado —gritó mientras subía el volumen de la televisión al mango.
