24. Pepo

17 de febrero de 2024 | Enero 2024

El Poder Judicial de la Nación contaba con un sistema informático que dejaba mucho qué desear tanto a trabajadores como a los y las profesionales que necesitaban de él para un correcto desempeño de sus actividades. Además estaba acompañado por una instalación de equipos vetustos que de ninguna manera podrían dar abasto al cúmulo de exigencias diarias que debía soportar.

La renovación del sistema dispuesta para el nuevo período llegaba en el peor momento, el de la billetera flaca y la falta de presupuesto ante el inminente e ineludible colapso que no daba más alternativas que exprimir el ingenio para encontrar las soluciones.

La idea que había triunfado ante este panorama era la de buscar a los mejores cráneos dentro de la informática que quisieran hacerse cargo de tamaña tarea. Eso sí, ante la escasez presupuestaria, no había otra opción que el trabajo ad honorem. 

Ante ese panorama y una situación económica nacional en decadencia, la presentación de postulantes a cubrir los cargos fue tan magra que ninguno de los cinco asistentes contaba con título alguno y solamente tres superaban los veinte años de edad, aunque ninguno llegaba a veinticinco.

Por una u otra razón, cuatro de ellos fueron descartados, de manera que solamente uno tuvo la oportunidad de ocupar el cargo. 

Pepo era su apodo y así se había presentado en la oficina donde le habían hecho la entrevista. Según decía en su fuero íntimo, tenía la intención de zafar de cualquier situación que se presentara silbando bajito y, al cabo de unos meses, obtener un cargo efectivo con un abultado salario de esos que criticaba más por envidia que otra cosa.

No lo acompañó la suerte y a los pocos días de asistir a su trabajo, cuando en su oficina apenas se encaraba una etapa de presentación de ideas para encarar, el sistema sufrió un colapso total.

—Pepo, necesito que te hagas cargo de la reinstalación de los servidores de los edificios de la zona Retiro —ordenó Omar, su jefe.

—Eh… bueno. ¿Solo?

—Sí, porque entre Tribunales y Microcentro tenemos otro tanto para hacer que es más y más complicado.

—¿Y cómo lo hago?

—Igual que como hacías en la empresa donde trabajabas. Vas a ver que la marca es distinta pero es la única diferencia. Cualquier cosa me llamás y te ayudo.

—Ehm… —revoleó los ojos por la oficina—. El tema es que no sé bien cómo hacer todo el proceso. A lo mejor si viene alguien conmigo…

—¿Cómo que no sabés? Si lo hablamos en la entrevista y además pusiste que trabajabas en Sistemas y Análisis SA.

—Sí, ya sé. Pasa que… —volvió a esquivar la mirada—. En realidad yo no sabía bien cómo hacer eso. Y en Sistemas y Análisis estuve una semana, por una pasantía del colegio.

—Dale. Me estás cargando.

Pepo se limitó a esconder los labios dentro de su boca y negar con la cabeza.

—¿En serio me decís? Entonces no tenés ni idea de todo esto. 

A partir de ahí, fijó su mirada en el piso, como cuando lo retaban sus padres.

—Lo tuyo es de una irresponsabilidad absoluta. Con razón no se te caía una idea en las reuniones. Yo pensaba que eras tímido pero ahora entiendo que eras mentiroso. Vos sabías lo que teníamos que enfrentar ahora y así y todo no te importó y aceptaste el cargo igual. ¿Sabés algo de sistemas?

—En realidad… sé mucho de gaming.

—Ah, ¿de los jueguitos?

Pepo asintió con la cabeza.

—Pendejo de mierda… Ahora vamos a ver si te dejo para arreglar computadoras a ver si servís para algo. Pero no te das una idea de lo que vas a tener que remar para que te proponga para quedar efectivo acá adentro, eh. Andá tirando CVs en otro lado, nene.

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