172. A desalambrar

30 de mayo de 2024 | Mayo 2024

Lucía cortaba con un alicate los alambres del campo mientras un ejército de sus seguidores cantaba, se emborrachaba y disparaba al aire. Ella también frenaba su tarea cada tanto para disparar. Podrían ser políticamente ingenuos, pero no eran tontos ni pacifistas. El mensaje del presidente había sido claro: “la gente va a hacer algo para no morirse de hambre”, y ella lo había interpretado de la mejor manera.

Lucía era seguidora del presidente desde sus primeras apariciones televisivas. Ese aspecto groseramente informal, su vulgaridad y su estilo arrogante le divertían. Nada mejor que una persona que insultara a los políticos, esos ricos que no resolvían los problemas de la población.

Cuando el presidente se candidateó a diputado, Lucía creó sus canales para las redes y plataformas. En poco tiempo se erigió como abanderada del liberalismo, pero nunca quiso ocupar cargos ni atar su destino al oficialismo.

Apoyaba las medidas del nuevo gobierno que sentía como propio, aunque veía que las cosas no resultaban como esperaba. A diferencia de varios influencers afines al gobierno, Lucía no era cínica; y a pesar de no tener formación política y económica, sentía que era mejor fomentar la solidaridad y no la violencia desde las redes.

Ver a su pueblo empobrecerse y sentir hambre le revolvía las tripas. Ella culpaba a la casta a la cual había aprendido a odiar. Cuando escuchó al presidente hablar en Stanford entendió que en el nuevo paraíso de la libertad era momento de que despertaran los leones y las leonas para atacar los privilegios.

Entonces convocó desde sus redes. Muchos la atacaron: decían que su propuesta iba contra la propiedad privada. Lucía contestaba que no, que ella quería que la tierra recuperada fuera privada, pero perteneciente a los que la necesitaban para producir alimentos.

La solución le cerraba por todos lados. Recuperar tierras de los sojeros que apostaban a salvarse solos servía para producir más alimentos de consumo local. A su vez, generaría más trabajo y caída de los precios por abundar la oferta. Según su plan, jubilados y pobres comerían gratis. El resto, a bajo precio.

Decía que se trataba de una guerra de leones contra privilegiados, que la libertad no existe con la panza vacía y que, si el presidente había dicho que alguien lo iba a resolver, entonces ¿por qué no ella?

Ochocientos cuarenta seguidores y quinientas setenta y cuatro armas de fuego de diversos calibres se movilizaron hasta un punto indeterminado de la ruta provincial 32, y empezaron a tirar abajo los alambrados de los campos cultivados con soja entre Pergamino, Salto y Rojas.

Los patrones, enterados, se acercaron a enfrentarlos acompañados por algunos peones obligados, pero huyeron al ver la multitud. Al día siguiente llegó el ejército. Lucía encabezó su tropa, crecida al desperdigarse la noticia, al son de su grito de guerra: “¡libertad!”.

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