171. Se le vuelan los patos

30 de mayo de 2024 | Mayo 2024

Gustavo todavía no había llegado al punto de estar del todo arrepentido por haber votado al gobierno, aunque unas cuantas veces se había cuestionado la elección. Lograba convencerse con pensar en el gobierno anterior y lo mal que se estaba hasta ese momento, pero le había creído al actual presidente cuando, durante su candidatura, decía que era imposible estar peor. Su esposa Julia había intentado evitar que lo votara con discusiones eternas hasta que se resignó y ahora se dedicaba a enrostrarle su error a diario.

Su hijo Felipe, de catorce, ya tenía varios años escuchando políticos hablar desde la televisión de su casa, y también le interesaba participar en el centro de estudiantes del colegio. Solía preguntar sobre las decisiones del gobierno y, por lo general, su madre defenestraba al oficialismo mientras su padre, terco, lo defendía.

—Pa, ¿por qué la diputada tiene un pato en la cabeza? —preguntó con esa imagen en la pantalla.

Gustavo demoró más de lo esperado en contestar. Hasta la pregunta de su hijo había pensado que la diputada era una ridícula, pero prefería defender al gobierno que, creía cada vez menos, lo representaba.

—¿Viste que ahora hay una interna del presidente y la vice? Bueno, ese pato en realidad tiene una cámara y micrófonos, y está filmando todo para que lo vean en la Casa Rosada.

—Pero si sale en la tele, está en internet… —contestó Felipe, que todavía respetaba las palabras de su padre.

—Claro, Feli, pero desde ahí se ven cosas que nosotros no podemos ver desde acá, cosas que las cámaras ocultan.

—¿Como qué?

—Los cuchicheos que hay entre uno y otro, mientras la cámara enfoca a otra parte —contestó Gustavo, efusivo, como si tuviera un acierto—. Capaz, también, charlas fuera del salón, andá a saber todo lo que dicen estas lacras cuando no hay cámaras…

—Dejá de mentirle a Felipe, por favor —intervino Julia desde la puerta del living—. Tiene el patito ese porque es una estúpida. Pero tranquilo, hijo, es lo menos nocivo que hicieron.  

Felipe escuchó a Julia con los ojos bien abiertos; hacía eso cuando prestaba atención. Y después miró a Gustavo, nervioso en el sillón.

—No, claro… —corrigió Gustavo—. En realidad, es porque se estuvo hablando de la salida del Jefe de Gabinete, y como para desviar el tema que es más pesado…

—Ah, bueno —Julia se reía al ver a su esposo así—. Si se fueron todos los ministros a comer. A lo sumo no quieren que se hable de que se va todo a la mierda. Pero esto, Gustavo, es un montón. Esta mina, aunque le haya dicho el jefe que vaya así, es una tarada.

Felipe repitió su movimiento ocular en sentido madre-padre y escuchó:

—Sí, bueno, es una ridícula. Una vergüenza —Gustavo se sinceró con su hijo y se quedó cabizbajo, en silencio, sin entender por qué, si él no se sentía idiota, había votado a un rejunte de perversos incapacitados para su función.

Compartí este pasquín

¿Querés recibir un correo electrónico con los pasquines que se publican en el blog?

Suscribite completando tu nombre y correo electrónico.

Loading

Importante: Te va a llegar un email que tenés que abrir para confirmar tu correo.