14. Nochebuena

17 de febrero de 2024 | Diciembre 2023

Los Rodríguez eran tantos que no entraban en las fiestas familiares. No cabían. Las reservas se tomaban desde las cero horas del primer día en que faltara una semana para la nochebuena. Y muchas veces, antes de que saliera el sol, el lugar ya estaba cubierto. Los sobrantes a veces se iban con otra gente, y otras veces organizaban un festejo paralelo. Y hasta una vez se tomó la decisión de partir una fiesta en dos, pero generó una sensación de vacío en los concurrentes al punto que prefirieron no repetir el sistema.

Este año, la depuración de la lista se había dado gracias a que varios de la familia de zona oeste habían sufrido el temporal y no habían tenido señal ni datos como para comunicar que querían participar, además de estar todavía abocados a reparar los daños que les había generado.

No obstante, los otros de zona oeste que sí habían tenido datos, podían contar las experiencias del temporal a los del sur, centro y oeste, para que se enteraran de primera mano cómo había sido todo. Pero lo que resultó inevitable fue hacer un balance de los pocos días que llevaba la Nueva Era. Los pactos de la no discusión se cayeron en menos de veinte minutos y los que no podían manejar la exposición a la toma de una posición política se autoexcluyeron para hablar de cuestiones más banales o para ser espectadores de la arena política.

—Yo no puedo creerlo —dijo Adrián, que como era artista se hacía llamar de apellido “Agathe”—. Papá, acá Tomás votó al gobierno este de mierda.

—¿Cómo, nene, que votaste a estos hijos de puta? ¿Te volviste loco? —incriminó Julio, ferretero.

—Y bueno, tío, ¿qué mierda querés que haga? Lo otro no se aguantaba más —se defendió Tomás como empleado de comercio.

—Sí, además, Julio, no le hablés de nuevo así. Él puede votar lo que quiera —saltó Alejandro, padre de Tomás, en su defensa.

—Pero no a estos vendepatria que son cualquier cosa menos argentinos —volvió a la carga Adrián.

—¿Argentino vos que ni siquiera te ponés el apellido que tenés? —Alejandro logró callar con esa estocada a Adrián—. Es lo menos patriota que vi.

—¿Qué tiene que ver? —ahora Julio defendía a su hijo—. Es una cosa artística, boludo. Es artístico, arte. Vos no lo entendés porque sos un cabeza. Tampoco entendiste las propuestas del que nos gobierna se ve. Porque nos va a hacer mierda a todos.

—Yo, lo que sé, es que son todos unos hijos de puta. A nosotros siempre nos van a cagar, así que yo impugné, metí boletas de los dos candidatos y metí también cosas que tenían los nenes en el aula. A ese nivel estoy en contra del sistema. Se pueden ir todos a la mierda —acusó Ariel, que se terminó el vaso y se levantó a buscar más alcohol.

—Bueh, gracias. La próxima te llamamos —sacudió Julio—. Andá, andá, pibe. Fijate de ponerte a estudiar algo más útil que química.

—Yo, lo único que sé —dijo Cristiano, empresario, que acostumbraba agregar el apellido de su madre en su presentación aunque no lo tuviera en el documento y que había ido vestido de traje caro aunque hacía mucho calor— es que de cualquier manera, gobierne quien gobierne, tenemos que salir adelante trabajando.

—Eso es verdad —lo respaldó Daniela, la cajera del hipermercado donde veía cómo su salario se pulverizaba—. De cualquier manera tenemos que trabajar.

—Pero si éste ni trabaja —Gabriel, hermano de Daniela, le contestó con la experiencia de haber sido empleado en su empresa—. No va nunca. No hace nada.

—¡Silencio! —pegó un grito Mónica, la abuela—. A mí me importa un carajo si vos te hiciste conservador y vos liberal —señaló a Julio y Alejandro y después siguió con los nietos que habían participado de la discusión—, o si vos votaste tal o cual cosa, si vos te hiciste zurdo y el boludito de tu novio se hizo de derecha —ligó el acompañante de Daniela que no había dicho nada—. A esta fiesta se viene a disfrutar de lo que tenemos, con los que somos. Mañana o cualquier otro día podemos estar a los tiros, pero hoy, les pido por favor, que no. Además, hay parte de la familia que no vemos nunca, por favor. Déjense de joder.

Y en cuanto Mónica se alejó un poco, la discusión renació.

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