Cuando el Chueco Parisi llegó a integrar, en 1943, la primera división de un club que había sido campeón del torneo local, el Polaco Kaminski ya era un tipo entrado en años y cuya carrera daba sus últimos destellos de luz. Antes de ese momento, el Polaco había tocado el cielo con las manos y hasta se decía que guardaba un pedazo adentro de su casa, porque tenía un tragaluz en el living, algo muy raro para aquella época.
El Polaco Kaminski y Simón Aliaga, el presidente del club, fueron los únicos que vieron que Parisi tenía algo. De Aliaga se decía que había visto algún favor en un negocio que tenía fuera del club. Del Polaco, se decía que había sido el único en ver sus dotes futbolísticas.
Fue él quien lo entrenó. Lo formó como profesional, dedicándole su tiempo. Se quedaban el Polaco y el Chueco en el predio después de los entramientos para practicar tiros al arco, gambetas y jugadas, que después terminaban saliendo idénticas el domingo frente a miles de personas apiñadas en las tribunas que se escandalizaban con los goles, las gambetas y los toques.
El Polaco le enseñó prácticamente todo, cuando el resto no daba dos mangos. Evidentemente, Parisi era un diamante en bruto, pero demasiado bruto. Y solamente Kaminski pudo ver lo que traía en su interior.
Al año, Parisi levantaba la copa con Kaminski en una foto que unía al hombre de la experiencia y el pasado glorioso con el joven con un enorme futuro por delante. Parisi era noticia en el continente y Europa por cómo se destacaba como jugador. Sin embargo, nada se decía de Kaminski, que había sido el claro artífice de su gloria. No solamente por su formación, sino por hacerse cargo del juego de todo el equipo partido a partido, y por haberle servido varios goles en bandeja al Chueco, dejando rivales desperdigados como heridos en un campo de batalla.
Eso a Kaminski no le molestaba. Que los medios hablaran del pibe, si él ya estaba por terminar su carrera. Lo tomaba como su hijo dentro del equipo, había una relación muy fuerte entre ellos, que se quebró cuando, al año siguiente, Parisi convenció al Polaco de salir a tomar algo. Se emborracharon y el Chueco le sacó a Kaminski una foto dormido, despatarrado en un sillón, con una botella de whisky al lado, prácticamente vacía, y la envió a la prensa gráfica. Al otro día, el país entero sabía que el Polaco tenía un tema de adicción al alcohol.
El Chueco declaró en medios que sabía que tenía un problema con la bebida, que era un desastre, un enfermo, que ya no servía como futbolista, cargando sus palabras con desprecio. Cuando el Polaco vio las declaraciones no podía creerlo. Era cierto que venía de una mala racha, pero tampoco para que su propio amigo le echara semejante ataque en los medios.
A partir de ahí, el nivel de Kaminski dentro de la cancha empeoró como nunca antes. Erraba todo. Pases, goles, laterales.
Kaminski tuvo que guardarse las ganas de partirle la boca de una trompada a Parisi. No quería que el club le pidiera abandonar el equipo después de una actitud semejante, y al estar cerca del retiro, era cuestión de aguantar un año, a lo sumo dos. Quería retirarse en su casa, con su gente a la que tanta alegría le había dado.
El torneo siguiente la dupla Kaminski-Parisi ya no funcionaba igual. Parisi intentaba esquivar por su cuenta a todos los rivales, y cuando tenía a Kaminski solo bajo el arco rival para empujarla nada más, no se la pasaba. Prefería patear él, aunque estuviera en una posición menos favorable. El Polaco, en cambio, jugaba para todo el equipo y, por más que estuviera en un mal momento deportivo, seguía teniendo buenas condiciones y generando jugadas que agigantaban la gloria de Parisi.
Eso sí, Kaminski no metió un solo gol más, a pesar de todas las jugadas en que estuvo bien ubicado y no recibió la pelota por culpa del Chueco. La traición más grande de Parisi sucedió en un partido contra Platense, cuando Kaminski se sacó a un rival de encima en la puerta del área, pateó al arco y, antes de que la pelota entrara, el Chueco la frenó con su botín derecho para después, en su intento de robarle el gol, patearla afuera quedando a salvo el arco del conjunto Calamar.
Así siguió la historia, mientras hinchada veía cómo, día tras día, la prensa ponía al desagradecido Chueco Parisi como jugador destacado y el Polaco Kaminski quedaba recluido a un lugar de nulo reconocimiento hasta su retiro.
