El presidente había terminado el último tostado antes de cancelar el convenio que existía con la empresa encargada de los panificados para el personal de la Casa Rosada. Lo había disfrutado con ese sentimiento: el de algo que hasta ese momento existe y al otro día ya habría sido tragado por el pasado. No descartaba volver a pedir tostados y facturas en un futuro. Pero, al menos. para sentir el sabor con esa intensidad, mandó a cancelar el convenio.
Fue durante la reunión con la mesa chica. Dos ministros, un familiar y un amigo, “como corresponde para las decisiones difíciles”, dijo intentado subirles la autoestima. Pensaba que así las ideas surgían mejor.
—A mi modo de ver las cosas, señor Presidente, habiendo tomado medidas que a estos revoltosos no les gustaron… bah, golpearon unas chapitas, dos cacerolas, aunque no sonó tanto… me parece que es una buena oportunidad para intentar una política en el plano legislativo que muestre que estamos liderando al país unido. Entero. Que sea algo que lo puedan votar todos.
—Sabés que no me gusta regular nada…
—No, no, presidente. La boca se le haga a un lado. Lo que yo digo es alguna declaración, algo que sirva para posicionarnos nosotros y ganar un poco de apoyo externo.
—Ya veo… ¿Alguna sugerencia?
—A mí se me había ocurrido, quizás, una declaración condenatoria a Rusia por la invasión a Ucrania.
—Mmm… Aunque consigamos la aprobación, la oposición nos va a votar en contra. No a va a ser total —señaló el otro ministro.
—Tiene un buen punto —lo aprobó el presidente—. Además, esa guerra ya terminó prácticamente, ¿a quién le importa? Lo que se me ocurre que podemos hacer quizás es repudiar a Majás, la organización terrorista.
—¡Vamos, nene! —su amigo, hasta ese entonces sentado a un costado, lo felicitó poniéndose de pie para aplaudir—. ¿Cómo puede ser que no hayas sido presidente antes? ¡Ídolo!
—Gracias, Tino —el presidente sonrió.
—Es verdad, presidente, es una buena idea —la aprobó el ministro que había llevado la anterior propuesta—. Creo que ni siquiera los zurdos van a votar en contra.
—¿Los zurdos? —se sorprendió el presidente—. Si todos son zurdos…
—No, claro. Me refiero a los más zurdos de todos. Los del Frente de Zurdos y Laburantes. Además, quedamos bien con los judíos, que ellos son los que tienen la verdadera guita del mundo. Ganamos por todos lados.
—Si son amigos del hermano mayor del norte, también son mis amigos —se confesó el presidente con una mano en el pecho y casi una reverencia con la cabeza.
