103. Que vuelvan a dictar solo por seguridad

23 de marzo de 2024 | Marzo 2024

Las cámaras de televisión y sus noteros en la puerta del country eran, a esa altura, parte del decorado. En todo momento, cualquier persona, ya fuera a pie o en auto de lujo, debía escabullirse entre micrófonos para llegar a los portones. Lejos de molestarles a la población del Barrio October Garden, sentían que en esa situación de exposición constante evitaban cualquier ataque posible. Pero también sabían que, en ese caso, algún día las cámaras dejarían de estar en la puerta y caerían en una indefensión brutal en un abrir y cerrar de ojos.

Había razones para que el caso fuera tan llamativo: dos hombres habían entrado a la casa de Verónica Suárez unos días antes, y la esperaron hasta que llegara. Ella venía de retirar a su hija del jardín de infantes. La sometieron a una sesión de tortura psicológica haciéndole creer que iban a matar a ella o a la niña, la tocaron en sus genitales y la dejaron atada, llevándose nada más que a su hija.

El barrio entendió que se trataba de uno más de tantos hechos que habían sucedido en las semanas, solo que los anteriores habían sido mucho más suaves y no habían sido relevantes a tal punto que algunos ni siquiera habían sido denunciados por sus víctimas. Por eso y que, en particular dos vecinas, Clementina y María, solían declarar a los medios por el placer de salir en la televisión, la Administración había convocado a una reunión esa noche.

 —Buenas noches, si se puede decir una cosa así en esta situación —abrió Emilio Renaud, el Administrador y vecino del barrio—. El panorama es verdaderamente desastroso. Hace algunas semanas le pasó a los Anselmi, después los Conrado Peña, después Corrales, y ahora a Suárez. Esto ya llegó a un punto límite, hay que cortar de raíz con este problema. Es por eso que me junté acá con la Dra. Laura Fanchiotti, que como todos saben es la más importante abogada de la zona —dijo eso más que nada para ofender al Dr. Larrabure, con el cual tenía una disputa interna—, y ella se dedicó estos últimos dos días a encontrar gente que pueda ayudarnos a controlar…

—Pero, ¿no debería ser la policía la que se encargue? —interrumpió el Dr. Larrabure.

—Claro, debería— contestó Fanchiotti—. Desafortunadamente sabemos que no nos van a dar efectivos para poner acá, y segundo, ¿quién confía en la policía? Nadie. Si seguro que están en el negocio. Por eso me puse en contacto con una gente del barrio del fondo, y me ofrecieron una estructura de defensa, de seguridad, en la que pondrían su gente las veinticuatro horas.

—¿Y qué hace esa gente? —preguntó Andrea Urbaneja.

—Bueno, ponen gente acá todo el día y están… armados.

—¿Es la gente del Chino González? —preguntó Larrabure con desconfianza.

—Sí, esa misma —contestó Fanchiotti—. Es gente excelente, yo lo saqué al Chino del penal, así que lo conozco casi como si fuera un hijo—y provocó reacciones de desconcierto entre algunos de los vecinos.

—Fanchiotti, usted sabe bien que esa gente no debería cumplir la tarea que nosotros necesitamos —contestó Larrabure que también manejaba el paño—. Es más, les generamos un problema a la larga, porque si llegan a bajar a uno con justa razón después es muy probable que la Justicia los meta presos. Entonces en vez de tener una solución, acabamos con dos problemas. Y ni hablar de lo que nos quieran cobrar por su seguridad —y dibujó comillas en el aire.

—Yo creo que es una buena opción —respaldó Renaud a su colaboradora Fanchiotti.

—¡No! —se escuchó desde el fondo del salón y, con dificultad se abrió paso entre la gente Verónica Suárez, demacrada y aún con heridas en la cabeza de su hora del terror—. Esa gente es la que se llevó a Luli. Los hijos de puta que me hicieron esto —y se señaló— son los que manda el Chino González. Recién ahora entiendo a quién le decían Chino cuando hablaban por teléfono. ¿Esta es la propuesta que tiene la doctora Fanchiotti?

—No sabíamos que estabas acá, Verónica —dijo Renaud, mientras Fanchiotti no sabía dónde esconderse—. Me parece que con nuestra vecina en estas condiciones la situación no es la más propicia para resolver la cuestión. ¿Qué les parece si nos reunimos aquí mañana a la misma hora y continuamos? —dijo como para no perder la votación por aplastante mayoría y cerrar la asamblea.

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