1. El león

17 de febrero de 2024 | Diciembre 2023

Cuenta la leyenda que hace más de mil años, en la selva del Congo, cuando el río Congo aún no se llamaba así sino Nzere, reinaba la paz y la convivencia entre las especies que allí habitaban. Entre los humanos, se destacaban los pigmeos, repartidos en diversos grupos a lo largo de varias latitudes, aunque todas con una raíz común histórica.

Los bongo, habitantes de la selva, no podían saberlo, pero el volcán Ol Doinyo Lengai, en la actual Tanzania, a cientos de kilómetros, había erupcionado, cubriendo tres cuartas partes de la selva con ceniza y bloqueando la luz solar durante meses, durante los cuales creyeron que se trataba de un castigo de la naturaleza. Así lo había dicho un líder espiritual. Tras consumir raíces de iboga, la selva misma le hizo conocer la realidad: no había allí más espacio para ellos.

Los árboles dejaron de convidarles fruto y casi no tenían hojas. Los insectos escaseaban y el alimento empezaba a complicarse. Pero no solamente para los bongo. También para los animales fue difícil subsistir. La iboga había anunciado épocas turbulentas y guerra contra los bongo. Así fue que tomaron la decisión de recolectar todo el alimento que pudieran para hacer frente a lo que vendría.

Una vez que se acopiaron, los bonobos no tardaron en notarlo y, sin que los bongo advirtieran su visita, bajaban por las noches a quitarles los frutos recogidos. La desesperación aumentaba y la iboga, en una nueva consulta, advirtió: se acercarán muertes y sufrimiento, habrá que resistir o iniciar la guerra contra los bonobos. Un león en el mensaje de la iboga también apareció y fue, al parecer, la solución que debía buscarse.

Dos jóvenes, Zuri y Kani, fueron encargados de ir a encontrarse con los bemba, kilómetros al sur, para pedir su ayuda. Solía decirse que manejaban a los leones y los usaban para su provecho. Largos días después, más flacos que antes de su partida, Zuri y Kani volvieron a su aldea con tres bemba y un león. Después de un recibimiento con alegría y de compartir una comida, llegó la noche.

Los bongo, emocionados, esperaban ver actuar la solución a sus problemas. Para su amargura, los bonobos atacaron por varios flancos y pudieron llevarse los pocos frutos que habían recogido en esos días. Cuando reclamaron a los bemba, éstos contestaron: el león está dormido.

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